precisamente porque son personales y porque nuestra filosofía de hoy rechaza aceptar un criterio objetivo de lo bueno y lo malo que interfiera en la vida del individuo. Si una religión no interfiere en la vida de cada uno, esa religión no vale nada. Uno de los grandes fracasos de la sociedad occidental moderna es que la moral social haya ocupado el lugar de la moral personal. El hombre de la calle protesta enfurecido contra la corrupción del Gobierno, el fraude de despacho y los narcotraficantes.
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